«No pierdan la paz»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
En este V Domingo de Pascua, donde celebramos el triunfo del Señor, les saludo a todos ustedes que están aquí en nuestra Catedral, a todo el Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, y también a los que siguen la transmisión; que todos experimenten el amor de Dios y su bendición.
Desde que iniciamos la Pascua les recomendé hacer la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, del evangelista San Lucas, que es un libro muy hermoso porque nos va platicando cómo nacieron las primeras comunidades cristianas. Ahí vemos que estas primeras comunidades de las que nos habla este libro se mantenían unidas y a nadie le faltaba nada, porque se preocupaban unos de otros y eran asiduos a la Palabra y a la Eucaristía, a la fracción del pan. Sin embargo, había momentos de crisis, como en todo grupo, momentos en los que hay problemas, pero, cuando Cristo está presente, siempre se solucionan las cosas.
Había por ahí una queja, que los apóstoles, los discípulos ya no atendían a la viudas porque no les alcanzaba el tiempo. Ellos pensaron que lo que la gente les estaba diciendo era cierto, y entonces pidieron opinión para que la gente propusiera alguna personas que tuvieran autoridad moral, gente con una experiencia de Cristo resucitado, y así eligieron a siete personas a las cuales impusieron las manos y ellos empezaron a hacer ese servicio de visitar a las viudas, a los pobres, para que ellos se dedicaran a la Palabra, a la predicación.
Ciertamente así fue naciendo nuestra Iglesia y debemos regresar a eso, porque a veces uno se desvía de los caminos de Dios. En los primeros siglos empezaron a brotar los ministerios, los servicios. La Iglesia es ministerial, es servidora, y va habiendo distintos ministerios, pero todo es para edificar el Reino de Dios.
Ahí vemos nosotros cómo fue naciendo la Iglesia, esta Iglesia naciente, cómo fue caminando. Vemos tres acciones pastorales muy importantes. Una primera acción muy importante es la Palabra, que es la Pastoral Profética, los discípulos, los apóstoles, los que se iban convirtiendo hablaban de Cristo, evangelizaban, por eso es muy importante la Palabra. La segunda acción son los Sacramentos, que en ese tiempo se llamaba la Fracción del Pan, la Eucaristía, lo que hizo Jesús en la Última Cena, partió el pan, la Eucaristía. Y la tercera acción es la caridad, el amor, salir a ayudar a los demás.
Por eso ahora la Iglesia también tiene estas tres acciones pastorales, ahora les llamamos Pastoral Profética, Pastoral Litúrgica y Pastoral Social, pero es la Palabra, los Sacramentos y la Caridad.
Dice un principio de la dinámica de grupos que cuando un grupo permanece muy cerrado muere. Los grupos, y también para ustedes, deben nutrirse de la Palabra y de la Eucaristía, pero siempre tener una acción evangelizadora y salir. Por eso nosotros queremos ser una Iglesia misionera, una Iglesia que está convencida de que el mensaje del Señor puede transformar la realidad en la que estamos viviendo.
Así pues, debemos seguir nosotros muy atentos a esas primeras comunidades y confrontarnos con ellas, en el buen sentido de la palabra, ¿qué tanto nos parecemos a esas primeras comunidades?, ¿solucionamos los problemas teniendo a Cristo en el centro?
Por otro lado, la segunda lectura nos habla de que somos piedras vivas, no muertas, y que la piedra angular es Cristo, y esa piedra angular la desecharon los arquitectos; Cristo siempre debe estar en el centro de nuestra vida cristiana, de nuestra vida familiar, de nuestra vida de grupo, de nuestra vida personal.
Es ese Jesús que en el Evangelio nos ofrece darnos la paz, esa paz tan importante. «No pierdan la paz. Yo me tengo que ir –dice Jesús– para prepararles una habitación». Ya estamos cerca del domingo de la Ascención, cuando Jesús sube a los cielos, pero sigue hablando a sus discípulos y animándolos a que sigan la misión. Hace ocho días, domingo del Buen Pastor, les decía Cristo: «Yo soy la puerta para entrar»; hoy les dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Felipe le dice: «Muéstranos, Señor, el camino», y Jesús le dice: «¿No te das cuenta que yo soy el camino? El que me sigue a mí va a encontrar la salvación».
Así es que este domingo de Pascua debe animarnos a todos nosotros para ser piedras vivas, para seguir escuchando la Palabra de Dios, para seguir participando en la Eucaristía y para nunca olvidar la caridad con aquellos que más lo necesitan.
Que María Santísima, la Virgen de los Remedios, nos siga animando, como animó a la primeras comunidades, a seguir a su Hijo Jesucristo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla