Homilía del 12 de Enero del 2025

January 12, 2025


Homilía del 12 de Enero del 2025

 

EL BAUTISMO DEL SEÑOR

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús. En esta fiesta del Bautismo del Señor, les saludo a todos ustedes con cariño, y también a todas las personas que están siguiendo esta transmisión a través de los medios digitales.

Que hoy todos nosotros tengamos un corazón agradecido a Dios porque hemos recibido el bautismo, y con ello, hemos recibido la gracia de ser hijos e hijas de Dios.

Hace poco tiempo, algunas semanas, vivimos la Navidad, donde la palabra se hace carne y viene Dios a la tierra, y se hace como nosotros, se pareció en todo menos en el pecado; y nació de María Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo. Y los primeros invitados a conocer a Dios, al niño Dios, fueron los pastorcitos, gente muy sencilla. Ya desde entonces se ve que Dios venía a salvarnos a todos, vino a salvarnos a todos, pero siempre hizo su opción por los más sencillos, por los necesitados. 

Y apenas hace ocho días vivimos la fiesta de la Epifanía, dónde los Reyes Magos llegan hasta Belén para adorar al niño Dios guiados por una estrella. Y esto significa que Dios no vino solamente para salvar un pueblo, el pueblo de Israel, si no vino para salvar a toda la humanidad, a todos los pueblos de la tierra, a todas las razas; es la salvación para todos. 

Y hoy, en este día que celebramos el bautismo del Señor, es presentado Jesús en el río Jordán. Fíjense cómo el pasaje de este Evangelio tiene dos partes así muy claras. La primera es, que muchos pensaban que Juan el Bautista era el Mesías, por su personalidad, por su mensaje, y van a preguntarle ¿Tú eres el Mesías? Y él qué dijo —¡No!, yo no soy. No soy digno ni siquiera de desatarle las correas de sus sandalias. El bautismo que yo hago es de penitencia, pero Él, bautizará con el Espíritu Santo —. Y la segunda parte es precisamente aquella escena en el Jordán; podemos imaginarnos este río donde la gente iba a arrepentirse de sus pecados, a hacer penitencia, y como un signo, Juan los bañaba en el río Jordán. Vemos que también ahí en la fila, como todos, se forma Jesús. No quiere tener ninguna preferencia, se forma, y cuando llega a Juan el Bautiza, evidentemente no quiere bautizarlo, y realmente Él no necesitaba el bautismo, porque era un bautismo de perdón, de penitencia; y Jesús no tenía pecado, sin embargo, quería ser solidario con el género humano, como todos. Pero lo más espectacular, lo más hermoso, es cuando Juan el Bautista está derramando el agua sobre Jesús. Se abren los cielos y desciende el Espíritu Santo en forma de paloma, y se escucha la voz del padre que dice —Éste es mi hijo muy amado. Escúchenlo—.

Vemos ahí la Trinidad: el Padre que habla, y que lo presenta, le da como la alternativa, le da la carta de ciudadanía, le da el poder de decir éste es el Mesías, es el Hijo de Dios; y el Espíritu Santo desciende en forma de Paloma. Qué escena maravillosa debió ser ahí en el Jordán. 

Y después vamos conociendo, nosotros, los Evangelios, y que lo que le dice Jesús, en el mandato misionero a sus apóstoles —Vayan por todo el mundo y bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo —. Y por eso hoy rociarlos con agua bendita es recordar que nosotros somos bautizados, y ¿Qué pasó ese día? Se nos borró el pecado original y empezamos a ser hijos e hijas de Dios. Si yo les pregunto a ustedes —Díganme la fecha de su nacimiento —. Todos me la van a decir, pero si les digo —Dígan el día que los bautizaron—. Estoy seguro que muchos no saben. Yo sí sé. Y ahí les recomiendo que investiguen el día que los bautizaron, y ese día hagan fiesta. Cuando cumplimos años hacemos fiesta, cuando nos bautizaron empezamos una vida nueva; cuando nacimos se alegró una familia, sobre todo cuando es fruto del amor, una familia con dos apellidos; pero cuando uno se bautiza, se alegra toda la iglesia porque ya hay más hijos de Dios.

La invitación es muy concreta: Vivir nuestro bautismo. 

Cuando alguien va a bautizar, van los papás y los padrinos, y son los responsables de educar a ese niño, esa niña, en la familia cristiana, en la familia católica; hay veces que no sucede eso. Pero ojalá que nosotros hoy seamos conscientes de que el bautismo es un don, es una gracia, es un regalo que Dios nos ha dado a nosotros; y que en esta familia, que pertenecemos, participemos activamente en el proyecto de Dios. 

Así sea.

+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla