Homilía en el Jueves Santo 2025

April 17, 2025


Homilía en el Jueves Santo 2025

 

JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR

Muy queridos hermanos y hermanas en Jesucristo nuestro Señor. 

Seguramente que en muchas de sus casas tienen un cuadro de La Última Cena, y precisamente la celebración que hoy estamos conmemorando aquí en nuestra iglesia catedral y también en toda la Iglesia universal, las lecturas nos han ayudado para que comprendamos, en este seguimiento de la Semana Santa, de la Semana Mayor, pues lo que celebramos el Jueves Santo, que es precisamente la institución de la Eucaristía, La Última Cena. Y como también hoy estos adolescentes, estos jóvenes, están aquí para que recordemos lo que sucedió esa noche, cuando Jesús se reunió con sus apóstoles para celebrar La Última Cena, y que ellos no entendieron lo que estaba sucediendo hasta después de la Resurrección, cómo Jesús tomó pan, dio gracias a Dios y les dijo: 'Esto es mi cuerpo', y después tomó vino y les dijo: 'Esta es mi sangre, que será derramada por ustedes. Hagan esto en memoria mía'.

Fue La Última Cena que tuvo Jesús con sus apóstoles, y ahí realizó el gran milagro de quedarse con nosotros. Por eso la Eucaristía pues es un milagro que debemos nosotros maravillarnos, admirarnos, darle gracias a Dios porque Él, siendo Dios, puede realizar lo que para nuestros ojos, para nuestra mente, es imposible: quedarse en un pedacito de pan y dejarnos su sangre. Y por eso es algo maravilloso este Sacramento de la Eucaristía, que es el centro y culmen de la vida cristiana. Y les digo que no debemos dejar de maravillarnos por este misterio. Cuando nosotros, es cierto, acabamos de escuchar su palabra, pero también dentro de la Misa, de la Eucaristía, dentro de ella, también lo recibimos en la Comunión. Y los apóstoles estaban ellos pues anonadados, estaban admirados, pero también sentían que era el final que tenían con Jesús. Y al celebrar hoy la Eucaristía, lo que realizó Jesús, y por eso les decía, que si tenemos nosotros un cuadro en nuestra casa de La Última Cena, pues no debe ser nada más pues tener ahí el cuadro de una manera que no tenga un significado para nosotros, sino que realmente recordemos, hagamos memoria de lo que hizo Jesús: quedarse con nosotros.

Y por eso hoy día que celebramos La Última Cena, también veamos las palabras que dijo Jesús a sus apóstoles: 'Hagan esto en memoria mía'. Y por eso hoy es el día del sacerdocio, porque Jesús dejó a sus apóstoles para que hicieran eso también. Y es el gran milagro que tenemos en nuestra Iglesia, el Sacramento de la Eucaristía, y cómo el Señor nos eligió a algunos de nosotros, pues no por mérito, sino porque Él quiso, para que celebremos la Eucaristía. Hoy hay muchos mensajes también en las redes sociales de felicitación por el sacerdocio, pero la felicitación es porque Dios nos eligió, repito, no por mérito, sino porque Él quiso, y nos felicitan por el sacerdocio. Y hoy en todo el mundo se celebra pues esta institución de la Eucaristía y el don del sacerdocio. Así es que las lecturas nos van llevando de la mano para que nosotros comprendamos lo que hizo Jesús con nosotros.

Pero también en esta celebración se nos da el mandamiento del amor, porque Jesús nos da un testamento. Pensemos lo que es un testamento: cuando alguien va a morir, algunos tienen la providencia de dejar un testamento, si es que tienen alguna cosa. Y Jesús dejó como testamento el amor, y por eso se puso a lavarles los pies a sus discípulos. Evidentemente que Pedro no quería que le lavaran los pies, pero Él dijo: 'Lo que yo hago con ustedes, háganlo entre ustedes mismos'. Ahí nos dio el mandamiento del amor y del servicio mutuo, y es lo que nos debe caracterizar a los católicos, a los cristianos: saber amar y saber ayudarnos los unos a los otros, ser servidores unos de los otros.

Por eso hoy, queridos hermanos, de esta celebración que es una celebración muy hermosa, pues nos debe llegar el mensaje a nuestra mente, pero también a nuestro corazón, para que seamos servidores unos de otros. Y sabemos lo que sucedió después de La Última Cena, y es también lo que vamos a vivir terminando la Eucaristía: cómo Jesús se fue al Huerto de los Olivos para hacer oración. Sabía que su hora ya estaba muy cercana y por eso quería estar con su Padre en oración. Ahí fue donde llegaron a aprehenderlo para hacerle un juicio, un juicio político, un juicio religioso donde lo acusaron de que decía que era el Hijo de Dios y lo condenaron a la Cruz. Que nosotros como cristianos, pues vivamos estos misterios tan hermosos, tan profundos de nuestra fe y queramos, de veras, ser seguidores de Jesús, ser sus discípulos, ser sus discípulas, ser sus misioneros, ser sus misioneras, de Jesucristo nuestro Señor.

Así sea.

+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla