«Tengamos siempre presente a Dios como nuestro Padre que nos ama y que quiere el bien para cada uno de nosotros»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Les saludo a todos ustedes que están aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi; saludo al padre José Luis Ruano, que concelebra conmigo esta Eucaristía; también saludo a quienes siguen esta transmisión a través de los medios digitales en el ámbito de nuestra Arquidiócesis, pero también en algún lugar de la República Mexicana y también del extranjero; a todos les deseo que esta Eucaristía llene su corazón de esperanza y les dé también al Espíritu Santo para que vivan con alegría y con deseos de seguir construyendo el Reino de Dios.
En este XVII Domingo del Tiempo Ordinario acabamos de escuchar el Evangelio y el tema al que hoy estamos invitados a reflexionar es la oración, ¿cómo está nuestra oración en nuestra vida? Partamos del inicio del Evangelio que hoy se proclamó, de San Lucas, donde dice que después de que Jesús hizo oración se le acercó uno de los discípulos le dijo: «Maestro, enséñanos a orar». Entonces Jesús les dijó la oración del Padre nuestro, hoy tenemos la versión de San Lucas, pero normalmente rezamos la versión de San Mateo.
Hoy estamos invitados para hacer nuestra esta maravillosa oración, que fue la única que enseñó Jesucristo ante la petición de su discípulo. El Padre nuestro seguramente es la primera oración que nos enseñaron, ciertamente han pasado ya XXI siglos desde que Jesús enseñó el Padre nuestro, pero sigue siendo una oración extraordinaria, una escuela de oración para nosotros. El Padre nuestro tiene sobre todo dos partes: la primera es para alabar a Dios, santificar su nombre, y la segunda parte es para pedir por nosotros. De tal manera que en la primera parte, dicen los especialistas, lo centrale es del Reino, «venga a nosotros tu Reino», porque el Reino de Dios es tener un reino de paz, de amor, de perdón, de justicia, de fraternidad.
Qué bonito empieza a la oración, Jesús dice la palabra «Padre», Abbá en arameo, no dice unas palabras muy rimbombantes, no le dice Señor justo, poderoso, le dice Padre, Padre nuestro, alguien que nos ama, «venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo». Después de eso viene la petición: «Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación.»
Hoy es un día para que revaloremos esta oración del Padre nuestro, que siempre tengamos presente a Dios como nuestro Padre que no sama y que quiere el bien para cada uno de nosotros.
Esa es la primera parte del Evangelio y después viene una segunda parte donde se nos plática una parábola de un amigo inoportuno, una persona inoportuna. Imaginémonos nosotros que alguien nos va a tocar a nuestra habitación, a nuestra casa, a las 12 o 1 de la mañana estando nosotros acostados y no para de tocar. Entonces nosotros nos levantamos a abrirle, quiere un favor, y no son horas, es algo inoportuno. Dice la parábola que el que está acostado se levanta por la insistencia, y así quiere decirnos Jesús que Dios nos escucha, porque cuando nosotros le pedimos algo nos contesta, no porque se esté atareado, sino porque es bondadoso y porque nos ama; por eso el tema de esta segunda parte es la oración.
La tercera parte del Evangelio nos da una conclusión muy hermosa donde nos dice: «Pidan y se les dará, toquen y se les abrirá, busquen y encontrarán». ¿Cuál es nuestra actitud, queridos hermanos, en el tema de la oración? ¿La oración es importante para nosotros? En un mundo donde está permeando el ateísmo práctico, el secularismo, donde se ha hecho a Dios a un lado, la oración muchas veces es perder el tiempo. Pero cuando alguien descubre el poder de la oración es algo muy grande, porque es un encuentro con el Señor de la vida, que nos ama y nos escucha.
Así como Abraham estuvo dialogando con el Padre sobre la situación de Sodoma y Gomorra, así Dios siempre nos escucha; a veces parecería que no, pero siempre Dios está en nuestro camino y se va manifestando.
Yo quiero invitarlos para que esta oración del Padre nuestro no la digamos mecánicamente, sino que realmente el día de hoy valoremos cada palabra y sepamos que tenemos un Padre que nos ama y nos escucha.
Hoy quisiera que también nosotros nos sigamos uniendo en oración por la paz. Muchas veces he comentado que la paz es un don de Dios, pero la paz se hace desde la Tierra, la hacemos nosotros. La paz no es algo mágico y ahora que nuestro país vive con tanta violencia, donde ha habido muchos muertos en todas partes, donde ha habido asesinatos incluso de sacerdotes, hoy le pedimos a Dios para que haya paz en nuestro país, pero que también nosotros seamos personas que la propiciemos en donde nos encontremos.
También hoy pidamos por los adultos mayores, por los ancianos que han dado su vida y que también merecen vivir con calidad y nosotros ser concientes, pensar cuál es nuestra actitud ante los adultos mayores, si hay respeto, cariño, si valoramos lo que han hecho por todos nosotros.
Que hoy también la oración llegue a nuestro Dios para pedir por la salud de los enfermos y de los que más lo necesitan. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla